lunes, 3 de septiembre de 2012

Falsificadores de la historia: cuando los mexicanos ganan guerras

 Pedro Salmerón
@salme_villista

Aunque a los falsificadores de nuestra historia no les guste, la jornada del 5 de mayo de 1862 fue una victoria. Algunos aceptan que esa escaramuza se medio ganó (¿?), pero que la guerra se perdió, como dicen Catón, Zunzunegui o Schettino, quienes quizá viven en un imaginario protectorado francés o son súbditos de un emperador.

Podemos saber quién ganó una guerra revisando los objetivos de los contendientes. Los de los franceses pueden leerse en las instrucciones de su emperador al jefe militar de los invasores. Ahí queda claro que pretendían construir un protectorado para sostener sus colonias en las Antillas y Sudamérica y conseguir que el posible paso interoceánico del istmo de Tehuantepec quedara bajo control francés. Se quería extender la influencia francesa a América para crear inmensos mercados, donde se procurarían las materias indispensables para la economía francesa. Es decir, se trataba de extender a América el imperio francés mediante la imposición de un protectorado, en donde reinaría el príncipe austriaco Maximiliano de Habsburgo.

El presidente Juárez plasmó con igual claridad las razones de la resistencia: Proclamar como lo hacen nuestros agresores, que no hacen la guerra al país sino a su actual gobierno, es repetir la vana declaración de cuantos emprenden una guerra ofensiva y atentatoria; y por otra parte, bien claro está que se ultraja a un pueblo cuando se ataca a un poder que él mismo se ha elevado y quiere sostener. Se trataba, pues, de la defensa de la soberanía, en un país pobre que había sido amenazado y agredido por cuatro potencias desde el inicio de su vida independiente.

Es decir: los franceses querían imponer un protectorado con un príncipe austriaco. La República, mantener ese modelo de gobierno y la soberanía nacional. ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Nos regimos por instituciones republicanas o nos gobierna una dinastía austriaca? ¿Quién ganó la guerra, entonces?
El 5 de mayo ganó un año para el país. Un año después, otra vez en Puebla, se enfrentaron 35 mil franceses contra 29 mil mexicanos en una batalla que duró 62 días. La heroica defensa de Puebla, que suscitó admiración de propios y extraños, fue ferozmente criticada con criterios antihistóricos, medio siglo después, por Francisco Bulnes, y esa crítica es plagiada por Zunzunegui y Catón, quien en Juárez y Maximiliano afirma que Juárez fue soberanamente idiota (p. 258) y llama al comandante mexicano, general González Ortega, cobarde y torpe (pp. 262-263).

A la caída de Puebla siguió la evacuación de la capital (13 meses después del 5 de mayo se ocupó la capital, y harían falta varios meses más para ocupar Guadalajara y San Luis Potosí: esos son los pocos días de la desfachatez de Schettino). El secreto de la resistencia fue contado por Benito Juárez en 1870: La lucha guerrillera es la única guerra de defensa real, la única efectiva contra un invasor victorioso. Hostigando al enemigo de día y de noche, exterminando a sus hombres, aislando y destruyendo sus convoyes, no dándole ni reposo, ni sueño, ni provisiones, ni municiones; desgastándolo poco a poco. Esa es, como sabe usted, la historia de la liberación de México.

Porque los franceses, tras perder 11 mil hombres y gastar 135 millones, salieron incondicionalmente de nuestro territorio. Sin embargo, a pesar de ello, los falsificadores aseguran que la guerra se perdió, para contradecirse luego, pues como no se puede tapar con un dedo el sol de la victoria, tienen que decir –Catón no dice otra cosa– que la victoria se debió a la injerencia estadunidense.

Una vez más, falsifican la historia. Aunque en toda guerra moderna los contendientes buscan aliados externos, Juárez rechazó cualquier intervención estadunidense. En las cartas intercambiadas entre Napoleón III y los generales franceses, los temas centrales de la retirada francesa son la incapacidad de Maximiliano para consolidar su imperio y la irreductible resistencia republicana. Además, en el bando de Maximiliano no sólo estuvieron 50 mil franceses: también combatieron la Legión Belga y la Austriaca y tuvo el respaldo político-ideológico de Roma y la Iglesia católica.

La victoria obtenida en los campos de batalla, el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo y los generales Miramón y Mejía, el restablecimiento de la República, permitió que tras 40 años de guerras, bancarrota, agresiones extranjeras y mutilaciones territoriales, México adquiriera por fin el derecho a llamarse una nación. Nunca más se pondría en tela de juicio la soberanía nacional. Nunca más se discutiría el lugar de México en el concierto de las naciones.



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