lunes, 7 de noviembre de 2011

Casarse (con el neoliberalismo) está en griego.

Todos hemos escuchado alguna vez el caso del defraudador que saca una tarjeta con datos falsos. El defraudador tramita una tarjeta declarando ingresos falsos. El banco, irresponsablemente, no corrobora los datos, y al final, aprueba la solicitud y le entrega ilusamente al defraudador, la tarjeta de crédito.

Al mentir sobre sus ingresos, el defraudador no tiene garantía alguna para pagar el monto del crédito otorgado. En la realidad, el banco le otorgó un crédito de cincuenta mil pesos, a una persona que gana, digamos, seis mil pesos mensuales (para que no se enoje Cordero y para que vean que hasta los de la “clase alta” del ex secretario de Hacienda entran en este esquema).

El defraudador, también irresponsablemente, se gasta todo el dinero del crédito. Básicamente se espá gastando el total de sus ingresos de más de 8 meses de trabajo. Y aquí es donde empiezan los problemas.

En el caso anterior no hay inocentes. Por una parte, el defraudador, aparte de mentir acerca de sus ingresos, gasta por encima de su capacidad de pago. Y por otro lado, el banco, de forma aún más irresponsable, otorga el crédito sin siquiera preocuparse de tener las garantías necesarias para la recuperación del crédito.

Lo anterior llévelo a gran escala y tenemos el caso de Grecia.

Grecia, entre otros países de la Unión Europea, obtuvo un crédito casi regalado. Lo usó con fines político-electorales, y ahí están las consecuencias.

Con justa razón, el pueblo Griego se niega a pagar las consecuencias económicas de un colapso financiero que ellos no provocaron, sino su gobierno y los bancos. La disyuntiva es clara: O se salva a los bancos, o se salva a la gente.

Argentina ha sido hoy por hoy el único país que apostó por su gente, con muy buenks resultados. Veamos ahora cómo reacciona el gobierno Griego ante la presión de los bancos, el FMI y los demás países de la Unión Europea.

A escala global, el problema principal es que, para bien o para mal, el modelo neoliberal tiene definida una estrategia económica. La tragedia, es que los social demócratas carecen de ella.

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