lunes, 14 de septiembre de 2015

Invitación:Introducción a una vida no fascista @sladogna

Michel Foucault escribió unas líneas de método : Sobre El antiedipo, de Gilles Deleuze y Félix Guattari dando lugar a una especie de invitación e introducción a una vida no fascista ¿le entran? 
La mejor manera, creo, de leer El Antiedipo consiste en abordarlo como un “arte”, en el sentido en que se habla de “arte erótica”, por ejemplo. Apoyándose sobre las nociones, en apariencia abstractas, de multiplicidades, flujos, dispositivos y conexiones, el análisis de la relación del deseo con la realidad y con la “máquina” capitalista aporta respuestas a preguntas concretas. Preguntas que se preocupan menos del porqué de las cosas que de su cómo. ¿Cómo se inserta el deseo en el pensamiento, en el discurso, en la acción? ¿Cómo el deseo puede y debe desplegar sus fuerzas en la esfera de lo político e intensificarse en el proceso de inversión del orden establecido?

De ahí los tres adversarios a los que El antiedipo se enfrenta:
1. Los ascetas políticos, los militantes moralistas, los terroristas de la teoría, aquellos que querrían preservar el orden puro de la política y del discurso político. Los burócratas de la revolución y los funcionarios de la Verdad.
2. Los lastimosos técnicos del deseo -psicoanalistas y semiólogos que inspeccionan cada signo y cada síntoma- que querrían subyugar la organización múltiple del deseo a la ley binaria de la estructura y de la carencia.
3. En fin, el enemigo mayor, el adversario estratégico (en tanto que la oposición de El antiedipo a sus otros enemigos constituye más bien un compromiso táctico): el fascismo. Y no únicamente el fascismo histórico de Hitler y de Mussolini -que tan eficazmente ha sabido movilizar y utilizar el deseo de las masas- sino además el fascismo que está en todos nosotros, en nuestras cabezas y en nuestros comportamientos cotidianos, el fascismo que nos hace amar el poder, amar incluso aquello que nos somete y nos explota.
¿Cómo hacer para no volverse fascista incluso cuando (sobre todo cuando) uno se cree un militante revolucionario? ¿Cómo eliminar el fascismo de nuestros discursos y de nuestros actos, de nuestros corazones y de nuestros placeres? ¿Cómo desalojar el fascismo que se ha incrustado en nuestro comportamiento? Los moralistas cristianos buscaban las huellas de la carne que se habían alojado en los repliegues del alma. Deleuze y Guattari, por su parte, acechan las huellas más sutiles del fascismo en el cuerpo.
Este arte de vivir contrario a todas las formas de fascismo, ya presentes o inminentes, acarrea un cierto número de principios esenciales, que resumiría como sigue si debiera hacer de este gran libro un manual o una guía de la vida cotidiana:
– Liberad la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante.
– Hacer crecer la acción, el pensamiento y los deseos por proliferación, yuxtaposición y disyunción, y no por subdivisión y jerarquización piramidal.
– Abandonar la obediencia a las viejas categorías de lo Negativo (ley, límite, castración, necesidad, carencia), que, durante tanto tiempo, el pensamiento occidental ha venerado en cuanto forma de poder y modo de acceso a la realidad. Preferir lo que es positivo y múltiple, la diferencia a la uniformidad, los flujos a las unidades, Ios dispositivos móviles a los sistemas. Considerad que lo productivo no es sedentario sino nómada.
– No crean que es necesario estar triste para ser militante, incluso si la cosa que se combate es abominable. El vínculo del deseo con la realidad (y no su retirada en las formas de la representación) posee una fuerza revolucionaria.
-No utilizar el pensamiento para conferir un valor de verdad a una práctica política; ni la acción política para desacreditar una línea de pensamiento, como si no fuera ya sino mera especulación. Utilizad la práctica política como un intensificador del pensamiento, y el análisis como un multiplicador de las formas y de los dominios de intervención de la acción política.
– No exijir de la política que restablezca los “derechos” del individuo tal como la filosofía los ha definido. El individuo es el producto del poder. Lo que se necesita es “desindividualizar” por medio de la multiplicación y el desplazamiento, la disposición de combinaciones diferentes. El grupo no debe ser el vínculo orgánico que une individuos jerarquizados, sino un generador constante de “desindividualización”.
– No se enamoren del poder.


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