miércoles, 23 de noviembre de 2011

Columna invitada - Sobre el PRI

Por Adrián Gómez Blanco

La otra vez estaba viendo en TEVEUNAM (excelente canal cultural) la película titulada “The Network” (El canal de televisión) dirigida por Sidney Lumet, del año 1976, la cual trata sobre un conductor ordinario de noticias que un día por una crisis nerviosa dice al aire una diatriba de indiscreciones y “verdades incómodas” que se convierten en el centro de la atención nacional, y la televisora que antes tenía muy bajos niveles de “rating” (teleaudiencia) decide impulsar al desquiciado conductor como su estrella principal, el cual protagonizará el programa de TV más visto del país, caracterizado por su incendiaria retórica anti-sistema y cuasi-religiosa.

La película me hizo comprender que existen personas lo suficientemente clarividentes (en este caso el director y los guionistas de dicho filme) como para penetrar a la esencia íntima de una cultura nacional, en este caso la estadounidense, lo que les permite hacer predicciones sorprendentes, que no son producto del arte adivinatorio sino de la sagaz observación sobre el “ethos” o temperamento cultural de una determinada sociedad.

En efecto, 30 años después de la susodicha película satírica, el guión ficticio saltó a la pantalla como la más tangible de las realidades: FOX NEWS, la cadena de televisión ultraderechista estadounidense, bate récords de audiencia con programas seudo-noticiosos como “The O’reilly Factor” y “Glenn Beck” caracterizados por una retórica supremacista y un “profetismo” de tintes político-religiosos que se han convertido en el objeto de la atención de ese gran sector de la población estadounidense que es la “Christian right” (derecha cristiana) o fundamentalistas, sector social dominante en todo el sureste y centro del país.

La respuesta para las interrogantes, a veces indignantes, de la política mexicana debe existir en nuestra en idiosincracia cultural: ¿qué hace que un mexicano enterado de que el PRI se ha robado –o cuando menos “dejado de justificar”—millones en los gobiernos de los estados, y al mismo tiempo se incline a votar por ese partido la próxima elección?

Bien ha dicho AMLO que el Pueblo ya no debe “votar por sus verdugos” porque no hay otra descripción mejor que hacer, salvo que el PRI ha sido efectivamente verdugo de la Nación en más de un sentido, destruyendo los procesos democráticos del país (México 1968) así como el bienestar económico y social mínimo (masivas crisis económicas de los años 80 y en especial la del 94-95)

Por un lado nos encontramos con que el mexicano parece tener, como se dice frecuentemente, muy corta memoria, lo que explica lo anteriormente mencionado, pero por otro, que la política actual parece fruto de un contradictorio proceso histórico de cambio efectuado en un Estado autoritario, de una ideología revolucionaria y estatista, a otra conservadora y privatizadora (lo que se denomina: Neoliberalismo que –no se confundan por la palabra—es una estirpe conservadora).

El elemento común que une esas etapas al parecer antagónicas es el carácter autoritario del Estado mexicano, que está emparentado con el “paternalismo” o relación de subordinación cuasi-filial del Pueblo de México para con la clase política que pasa por ser “papá gobierno”.

Este hecho cultural es lo que al parecer explica el rejuvenecimiento del viejo PRI como opción electoral: que para el Pueblo de México, lo único más detestable que ese viejo Régimen, es el actual estado de des-gobierno, en que no parece existir ninguna autoridad que realmente plante cara a los grandes problemas nacionales que aquejan a la Nación.

Es pues ese legado de autoritarismo monolítico el que se ha estacionado en la conciencia nacional, mutando en una idea que impresiona en la mente de forma análoga a la de “responsabilidad”, así sea que sólo se trate de un mero espejismo simplemente provocado por el “caradurismo” priísta, que les hace no inmutarse aunque se sepa de algún saqueo multimillonario efectuado por alguno de sus correligionarios (tan sólo vean Spots de Moreira): tal defectuosa asociación de ideas parece amenazar con arrastrar al país a su perdición.

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