martes, 25 de diciembre de 2012

EZLN,silencio/grito Lacan,Munch, texto por Alberto Sladogna, psicoanalista lakaniano,@sladogna



El silencio de los indígenas del EZLN tapan la gritería vacua del conjunto de los políticos desde el PRI hasta las formas morenas de la política del espectáculo obsceno.Esta es la posición subjetiva que desató en Jacques Lacan el 26 de marzo de 1966 la dignidad del silencio de los indígenas que hoy marchan en silencio en Chiapas.
En ese silencio los zapatistas declararon: "¿Escucharon? Es el sonido de su mundo derrumbándose. Es el del nuestro resurgiendo. El día que fue, era noche. Y noche será el día que será el día”, señala en un comunicado el Comité Clandestino Revolucionario Indígena.

Conviene hacer un añadido quienes critican al EZLN y al subcomandante Marcos no parece alcanzar un punto límite.Ese límite está dado por un hecho: los zapatistas no guardan en sus cárceles a ningún ciudadano por manifestarse el día 1/12/2012, mientras que las autoridades del DF, encabezadas por el Lic. Mancera guardan en prisión a varios ciudadanos y además , los ciudadanos que fueron reprimidos lo hicieron bajo una policia dirigida por quien era uno de los candidatos de AMLO a la jefatura de los organismos de seguridad en caso de vencer en las elecciones donde se impuso el fraude.



Veamos el decir de un psicoanalista a partir de escuchar el silencio de un cuadro de Edgard Munch, El Grito:


Es precisamente, también, lo que Freud, en el momento en que, forzado de alguna manera por su necesidad, por vías deductivas, no puede caracterizarlo de otro modo que por algo absolutamente primario, que llama el grito. Es en esta exterioridad jaculatoria que ese algo se identifica, por lo cual lo que es lo más íntimo justamente es lo que estoy constreñido a no poder reconocer más que fuera.  Es precisamente por el cual ese grito, no tiene necesidad de ser emitido para ser un grito. He demostrado en este gravado magnífico que se llama "El grito", de Munch, que nada convienen mejor a su valor de expresión que el hecho que él se sitúa en ese paisaje calmo, no lejos, dos personas sobre la ruta que se alejan, y que no se dan vuelta; de la boca torcida del ser femenino que, en primer plano, ese grito la representa, es esencial que no sale nada más que el silencio absoluto. Es del silencio que centra ese grito, que surge la presencia del ser más próximo, del ser aguardado tanto más cuanto que él esta siempre, ya allí, el próximo, que no tiene ninguna erscheinung salvo en los actos de los santos. Ese prójimo ¿es ese que he llamado el Otro, que me sirve para hacer funcionar la presencia de la articulación significante en el inconsciente? Ciertamente no. El prójimo es la inminencia intolerable del goce. El Otro no es más que el terraplén impío. Puedo, empero, decir esas cosas rápidamente, así, después del tiempo que hace que les articulo la definición del Otro.

A ese efecto, se le añadió un testimonio del mismo Jacques Lacan respecto del impacto subjetivo vivido por su cuerpo al recorrer la ciudad de México DF y  Puerto Vallarta, Jalisco:

"Y agregaría en dos palabras el complemento, la confidencia de estoque en el curso de este pequeño travel, que no es casi un pequeño trip, me reservé el final ocho días para mi placer personal, y habiendo proyectado hacerlo primero en el Oeste Americano, cambió mi proyecto súbitamente, no pudiendo resistir a la proximidad de un país lleno de magia, —pienso—, para algunos de ustedes, que se llama México. Fui a pasar allí ocho días. No les hablaré durante mucho tiempo ahora. No tuve, en absoluto, ahí la vida de un misionero, tuve la de un turista, es necesario decirlo, nada más. 

En fin, las cosas que vi me tocaron en dos puntos, es que no se puede sino quedar muy impresionado de ver algo... en fin, algo que es la religión antigua, ya que hace un rato hablándonos de religión de estos pueblos que están siempre ahí absolutamente intercambiados, la cara y, me atrevería a decir, la mirada de estos indios, siempre las mismas, ya sea aquellos que lo sirven con paso discreto en los corredores de los hoteles a los que habitan las cabañas todavía de caña al borde de las rutas, estos indios que tienen las mismas figuras exactamente que vemos fijadas en el basalto o el granito, estos fragmentos flotantes que recogemos de su arte antiguo, estos indios tienen ahí no se qué de una relación que persiste con la sola presencia sobre los monumentos, pero que se llaman impropiamente pictogramas, ideograma u otras designaciones impropias de lo que podamos llamar jeroglífico y también no siempre descifrados, pero cuya recuperación por los pintores contemporáneos o los arquitectos, porque en Chicago hay sobre las paredes de una biblioteca ultramoderna, por ejemplo, las cuatro fachadas enteras decoradas por los que podemos llamar el uso de restos de estas formas significantes, lo que se vehiculiza por ahí me parece algo enigmático y, a la vez, algo tan impresionante por esta especie de lazo invisible a través de una ruptura irremediablemente que subsiste entre las generaciones que se le cantan y aquellas de estos estudiantes que pueblan una Universidad en México, yo diría la El más enorme de todas aquellas que vi, con estos signos, estos signos con los cuales algo está roto para siempre y que sin embargo, están ahí traduciendo de una manera visible lo que yo no podría llamar, porque estoy frente a este auditorio, sino una relación conservada con lo que hay de tan sensible en todos lo que sabemos de estos cultos antiguos, esta cosa de la cual no comprendieron nada sino un efecto de horror los primeros conquistadores y que no es otra sino por lados visibles, por todos lados presentes, por todos lados enganchada en formas de la divinidad que no es otra que el objeto a... .

 Respecto a este pasado que nos es de alguna manera del que se nos entrega hay todo un aspecto de nosotros mismos que nos queda de esto, que es nosotros tal como somos actualmente y que no es sino su fracaso. Para verlo llegar a la caricatura es aún a México que hay que ir a instalarse en el Hotel del Prado frente a un fresco que tiene la altura de esta pared de nuestra habitación aquí, que es de Diego Rivera y que se llama Un sueño de domingo a la tarde en la alameda. La alameda es una especie de Tullerías de México y la figura que tomamos de este panel no voy a describírselas, procúrense fotografías, es muy instructiva..."

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