sábado, 10 de diciembre de 2011

La cultura me aburre y aún así leo más que Peña Nieto

Por Victor Hernández

La sección de preguntas frecuentes de blogdeizquierda.com dice textual:

9. ¿Por qué no hay sección de cultura?
R: Porque me aburre y porque los intelectuales me dan hueva. Lo he dicho hasta el cansancio desde hace varios años. No insistan.

Esto lo escribí porque suspeché que no iba a faltar el lector de izquierda que me iba a reclamar por la falta de una sección “de cultura” en el blog. Es un reclamo que me han hecho desde hace muchos años.

Siempre ignoro esas peticiones porque los que algunos lectores de izquierda consideran como “cultura” en realidad es vil y vulgar elitismo y mamonería.

Si no es música clásica NO es cultura.

Si no son libros de hace 300 años, no es cultura.

Si no es alguna jalada de algún intelectual, no es cultura.

Si no es el canal once, no es cultura.

En otras palabras, si no es entretenimiento para intelectuales que creen que sus pedos huelen a perfume, no es cultura.

Crecí en una familia donde se fomentó el intelectualismo, pero siempre con la suficiente flexibilidad para que cada quien eligiera lo que quería leer o lo que quería consumir.

Mi primera opción para la universidad era estudiar literatura, pero mejor lo cambié por artes visuales, donde conocí a tanto artista e intelectual mamón que acabé convencido de que es una auténtica hueva tener que lidiar con ese mundillo. Lo abandoné con harto gusto.

Por mi cuenta, ya sin tener que hacerlo para lucirme, soy ávido lector. Empecé con Quino y Schulz de chamaco y de ahí seguí con Rius. De ahí para adelante, todo lo demás.

A raíz de que descubrí los libros digitales, leo mucho más que antes. Como llevo conmigo una biblioteca bastante agradable en mi iPod, puedo darme el lujo de leer donde sea.

Fue en formato digital que terminé de leer los dos libros de El Quijote (lo empecé en papel en 2002 o algo así pero como esta pesado como la chingada el pinche libro, me dio flojera andarlo cargando) y ahora estoy leyendo las Novelas Ejemplares de Cervantes, la colección de cuentos cortos y de abrupto final de Cervantes que incluye a Rinconete y Cortadillo, donde se describe a una banda de ladrones cuya organización es practicamente un cártel de la droga actual; delincuentes coludidos con las autoridades para perpetrar sus crímenes.

Leí en digital los dos libros de la serie Freakonomics, cuatro libros de Michael Lewis sobre la crisis económica de 2008 y la cultura del dinero de los 80s, cuando empezó la barbarie neoliberal; el de Gillian Tett sobre la creación de los derivados de crédito, y el recuendo de la crisis de 2008 All The Devils Are Here; el No Logo de Naomi Klein, El Planeta de los Simios de Pierre Boulle (mucho mejor que la película sesentera), el Ghost in the Wires de Kevin Mitnick, el Proyecto Alternativo de Nación de AMLO, el Grapes of Wrath de Steinbeck, y la soporífera introducción de Moby Dick (ese libro no lo pienso leer en un buen rato porque está tedioso como la chingada).

Actualmente estoy terminando el Poor Economics de Abhijit Benerjee y Esther Duflo, y me faltan un chingo más que ya tengo apartados para leer en mis pocos ratos libres (que muchas veces se reducen a las idas a liberar a Willy).

Todo esto sin mencionar los libros de papel que ya he leído: La Iliada y la Odisea, el Rediezcubrimiento de México, de Almazán, el Azteca de Gary Jennings y su secuela Otoño Azteca, que me pareció mediocre en comparación (mucho mejor está el Spangle de Jennings, que en español le pusieron Lentejuelas) y los dos Picardía Mexicana de Armando Jiménez (el segundo con prólogo de Octavio paz.) O los libros de AMLO (uno de los cuales al Peje le consta que lo estaba leyendo, puesto que me lo pidió para regalarlo en una estación de radio de Los Ángeles y luego me lo repuso autografiado y toda la cosa.) Ah, y no puede faltar el 15 poetas del mundo Náhuatl, de León Portilla o su libro sobre el Templo Mayor, y el Black Elk Speaks de Neihardt y Black Elk.

Con mucho gusto he leído los libros que me han regalado Jaime Avilés (Adios Cara de Trapo) y Carlos Ímaz (Tierna Memoria, sobre un insurgente zapatista), así como El Engaño: Prédica y Práctica del PAN de Álvaro Delgado, y su El Ejército de Dios, sobre El Yunque. O el Siddahrtha de Hesse, el Hombre Mediocre de José Ingenieros, el Things Fall Apart de Chinua Achebe, y toda la bibliografía que me tuve que soplar en la universidad de historia del arte, sociología, historia y literatura, aunque tengo que decir que me reí a carcajadas con el cuento del molinero de los Cuentos de Canterbury
(¡y lo leí en el inglés de Chaucer, culeros!), me pareció una maravilla el Man’s Search for Meaning de Viktor Frankl (“that means with peas!”) y me impresionaron los libros sobre la guerra de las castas de Yucatán y la invasión norteamericana a Veracruz de 1913 (para los “guerrilleros” de ultrarrequeterecontramucha izquierda que creen que nos van a invadir los gringos: ¡ya nos invadieron, babas! ¡Y hace un chingo!).

Faltan más libros por mencionar, como el Dude, Where’s My Country? de Michael Moore, o El Padrino, de Mario Puzo, o el libro de huevísima que es Ulises Criollo, de José Vasconcelos, donde se pone interesante hasta el final, cuando habla de la Revolución Mexicana. La lista realmente es muy larga.

Omito mencionar los libros que me tuve que chutar en la prepa de Gabriel García Márquez, Miguel de Unamuno, Ana María Matute, Federico García Lorca, y Jorge Luis Borges porque ninguno me gustó, con la excepción de el cuento de El Muerto, de Borges. (Leyeron bien: no me gustó Cien Años de Soledad y me parece un cliché y el refugio de los que creen que leerlo los hace letrados. Ahora sí; pataleen todo lo que quieran.)

También omito las montañas de artículos y notas de prensa que leo todos los días porque ahí sí jamás termino.

Y aún así insisto: me dan UN CHINGO DE HUEVA los intelectuales y me sigue pareciendo que la idea de “cultura” que manejan algunos en realidad es entretenimiento arcáico para los que no puden darse permiso a si mismos de disfrutar la cultura pop.

Porque cultura es todo. No nadamás lo que dicen los intelectuales (que yo, la verdad, de pendejos no los bajo por creer que el mundo se reduce a su burbuja). Por eso no le doy la más mínima relevancia a las opiniones de novelistas y opinólogos de café. No tienen ni puta idea de lo que significa vivir como vivie realmente la mayoría de la gente, y creen que eso los hace “especiales.”

Entiendo que hay intelectuales que no son así de mamones. (Se les identifica en la izquierda porque no la hacen de pedo si uno no se masturba leyendo a Susan Sontag y a Noam Chomsky y en la derecha porque... mmm... no; en la derecha no hay excepciones. El arribismo es parte de su identidad de derecha porque es lo que usan para tratar de ocultar su ignorancia precisamente. Y los que les hacen caso son todavía más ignorantes.)

Pero a pesar de que me da un chingo de hueva la intelectualidad, puedo decir con todas las de ley que he leído más libros que Enrique Peña Nieto.

Y yo no leí pasajes de la Biblia, pero sí todo el libro de Job, gracias al cual confirmé mi ateismo.

¿Cuánto a que Peña Nieto ni sabía que existía ese libro?

En fin.

Por eso mejor AMLO 2012.

PD: Tengo a Beethoven en mi iPod y discos de varios compositores clásicos, pero no por eso los voy a preferir a Dave Matthews Band, a los Beatles, a Soda Stereo y a los Caifanes. ¡Ni madre!

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