lunes, 2 de febrero de 2015

Otra historia de México y SU petróleo: Minatitlan y el Hood

Otra historia de México y SU petróleo: Minatitlan y el Hood

Verano de 1938

I.       Proyecto de escarmiento

10 Downing Street (residencia del primer ministro de Inglaterra)

La pérfida Albión, Gran Bretaña, había reaccionado indignada cuando Cárdenas decreto la expropiación.  Inglaterra y Wall Street de inmediato le declararon un boicot a México.  No le comprarían petróleo y tampoco le venderían maquinaria.  Sin embargo, Alemania no tenía empacho en hacerlo.  De ahí que los buques tanques mexicanos zarpaban llenos de petróleo rumbo a Bremen y regresaban cargados con herramientas alemanas de la mejor calidad.  Qué hacer con México y sus coqueteos con Alemania era tema de conversación en la oficina del primer ministro británico, Mr. Chamberlain.

--Bueno, ¿y no podríamos mandar la flota a darles un escarmiento? –pregunto Mr. Chamberlain al primer lord del almirantazgo.

--Ciertamente, sire, con un acorazado y un crucero y un par de destructores podemos darles un escarmiento a esos mexicanos.

--Pero, ¿y que de los EEUU?  --pregunto el encargado de la cartera de relaciones exteriores--.  Ya saben, su doctrina Monroe sigue en pie.

Chamberlain sonrió quedamente.

--Los mexicanos han causado toda clase de enemistad con los señores de Wall Street –apunto Chamberlain--.  Hay en pie un boicot a México.  Por más rojillo que sea Mr. Roosevelt no creo que se enemistaría con los señores de Wall Street para defender a unos desarrapados.

--Entonces daré orden de que se apreste la flota –dijo el primer lord.

--Si, almirante, mande al Hood.

--¿Al Hood, señor primer ministro?  ¿Qué si hay una crisis aquí en Europa?

--Por el momento Herr Hitler no ha hecho alboroto.  El Hood ciertamente podría darles una lección a los mexicanos.

--El Hood –continuo el primer lord dirigiendo a un gran mapa de México donde se podían apreciar alfileres que señalaban los yacimientos expropiados a las empresas británicas— es nuestro buque más poderoso.  Bien podría fondearse en la desembocadura del Coatzacoalcos sin entrar al rio y desde ahí bombardear la refinería de Minatitlan.  Tal es el alcance de sus cañones.  Sin embargo, aconsejo no mandarlo, señor primer ministro.

--¿Por qué?  Ciertamente no creo que los mexicanos lo pudieran dañar.

--No, señor ministro, pero ya teniamos planeado meterlo al astillero de Rosyth.  Urge que se refuerce la coraza sobre sus pañoles de municiones.  Sabemos que por un error de diseño esta es muy endeble.  Es más, el Hood ya se dirige hacia Rosyth.

--No, señor almirante, insisto: el Hood es el orgullo del imperio británico.  Le ordeno directamente: mande usted al Hood a México.  Que se de media vuelta y regrese a Scapa Flow.  Es necesario que esos desarrapados sientan el poderío de las garras del leopardo británico.

--Con todo respeto, señor primer ministro –contesto el primer lord--, al Hood le urge que se le refuerce la coraza sobre su pañol de municiones.  Mandarlo a México sería un error.

--No hay nada que discutir, señor almirante –anuncio con exasperación Chamberlain--.  Es una cuestión de prestigio.  No reaccionamos cuando Hitler entro en la Renania o cuando anexo Austria.   Nuestros aliados en el continente deben de ver que estamos dispuestos a enfrentar todos los retos.  Y, además, se trata de México, una nación atrasada a la que hay que darle un escarmiento por robarnos nuestro petróleo.

--El primer ministro tiene razón, señor almirante –puntualizo el de relaciones--.  Los mexicanos villanamente forzaron la expropiación este marzo, justamente cuando todos nuestros ojos estaban fijos en la anexión que hizo Hitler de Austria.  El honor de la corona británica exige que se les escarmiente.

II.      El imperio contrataca

Palacio Nacional – México, DF

La inteligencia mexicana no era entonces como la de hoy, una bola de pendejos que solo sirven para ver si entamban a quien le miente la madre al putito de los pinos.  No, los servicios de inteligencia mexicanos luego luego dieron aviso que la flota británica se aprestaba a partir.

En palacio nacional la noticia le fue dada al presidente Cárdenas.

--Tenemos información que el acorazado Hood, el crucero Dorsetshire, y tres destructores están municionándose y preparándose en Scapa Flow –indico el almirante a cargo de la marina.

--Me imagino que no tendríamos con que oponerlos –dijo quedamente Cárdenas.

--Tenemos un par de cañoneros, señor presidente, surtos en Veracruz –continuo el marino--.  El calibre de sus cañones no le haría nada al Hood.  Sin embargo, he ordenado que embistan al Hood.

--Sería un sacrificio inútil, señor almirante –contesto Cárdenas--.  Sé que no llegarían tan cerca. 

--Es cuestión de honor, señor presidente.  Usted, como militar, entiende de esos menesteres.

Cárdenas suspiro.

--Bien, usted decide, señor almirante –concluyo Cárdenas.  Luego se dirigió al comandante del ejército--.  Señor general, el parte indica que se dirigen al Coatzacoalcos.

--En efecto, señor presidente.  Hay dos posibilidades.

--¿Y estas son?

--Primero, esto puede ser tan solo una expedición punitiva.  El Hood castigara Minatitlan y Puerto México bombardeando estas ciudades desde lejos. 

--¡Sería un crimen como Guernica! –exclamo Cárdenas--.  Esos obuses no distinguirían entre civiles y militares.  Estamos hablando de mujeres y niños.

--La prensa británica ha estado vilipendiando a México con fiereza –apunto el de relaciones--.  Buscan pintarnos como un país africano al que pueden ir y bombardear con impunidad.

Cárdenas juro quedamente; obviamente estaba exasperado.  Una potencia naval amenazaba con matar civiles con impunidad y esta estaba ya preparando justificaciones.

--Como siempre esos desgraciados buscan convencer a la opinión pública que ellos son los agraviados, los buenos o muchachos de la película, y nosotros somos los malos y agresores.  ¿Y cuál es la segunda posibilidad, señor general?

--Puede que planeen un desembarco con Royal Marines, señor presidente.  Posiblemente entrarían por el Coatzacoalcos y se irían directo hasta Minatitlan y tomarían la refinería.

--Bien, en tal caso, ordene que el ejército se atrinchere en la orilla del rio. 

--Señor presidente –le indico el almirante--, el Hood tiene cañones de 380 mm.   Seguramente meterían una flotilla de desembarco y esta dirigiría el tiro del Hood.  Esas trincheras volarían por los aires.

--Ah, pues entonces lo correcto, señor almirante, es que ponga a los cañoneros que tiene a mitad del rio.  A toda costa deben de evitar que entre la flotilla de desembarco británica y que esta dirija el fuego sobre las trincheras mexicanas.

--Así se hará señor presidente.  Mi gente se hará matar antes de permitir que entren hasta Minatitlan.  Pero bien es posible que el Hood use el avión que lleva abordo para dirigir el fuego de sus cañones.

--En tal caso que manden lo que tengamos de aviones a Minatitlan.  Si ven a un avión británico que lo derriben, que no llegue cerca de Minatitlan.

--¿Y la población de Minatitlan, señor presidente?

--De orden al ejército que se apreste a evacuar a la población en cuanto sepamos que los británicos han entrado al golfo.  Ah, y ordene que los zapadores se preparen a dinamitar la refinería.  No les dejaremos nada en pie a esos cabrones.

III.     Los Plutócratas

Chamberlain tenía razón en que Roosevelt no iba a meter las manos aunque Cárdenas si lo contacto.  Wall Street también vociferaba que se les diera a los mexicanos “un escarmiento”.

A bordo del Broadway Limited, un lujoso tren de pasajeros que corría entre Chicago y Nueva York dos amigos se encontraron en el carro bar.

--¡Bernie! ¿Qué diablos haces maldito judío?

--Nada, Prescott, me dirijo a California.  Me meteré a la industria del cine y además ahí el clima es más suave y las mujeres son más guapas.  ¿Y tú, sigues haciendo negocios con el hijo de puta de Hitler?

Prescott Bush, padre y abuelo de dos futuros presidentes yanquis era un banquero de Wall Street y había estado lucrando vendiéndole materiales estratégicos a la Alemania nazi.  Como todos los plutócratas yanquis muy apenas disimulaba su antisemitismo.

--Como bien sabes, Bernie, business is business.  Incluso varios de tu gente han metido dinero al negocio de venderle pertrechos a Adolf.  Ese negocio sigue viento en popa hasta que Hitler empiece la guerra.  Lo que me causaba preocupación era que el comunista de Roosevelt fuera a evitar que los británicos le dieran una paliza  a los mexicanos.

---No sabía que Roosevelt protegiera al gobierno comunista ahí.

--No oficialmente.  El caso es que una delegación de varios de nosotros fuimos a Washington y le hablamos bastante golpeado.

--¿De verdad?  El hombre esta paralitico por la polio pero me dicen que tiene huevos.

--Tal vez.  El caso es que Franklin se dobló.  Con Wall Street no se juega, you know.  Ahora solo es cosa de que la flota inglesa les dé un castigo ejemplar a esos mugrosos.  Después de que la Home Fleet les destruya unas cuantas ciudades vas a ver que nos van a suplicar que regresemos y te puedo asegurar que volveremos a explotar los yacimientos mexicanos.

--Ah bueno, Prescott, en tal caso, ¡salud!  Y si requieres inversionistas para volver a México no te olvides de mí.

IV.     El Embajador

Hubo otra potencia a la que Cárdenas sondeo buscando ayuda.

--Me temo señor presidente que Alemania no intervendrá –anuncio el embajador alemán--.  El Fuhrer no quiere precipitar acontecimientos.  Él tiene otra agenda.

--Les hemos sido una fuente confiable de abastecimiento –insistió Cárdenas--.  Bien conocidas son nuestras diferencias políticas.  Ustedes apoyan a Franco y México apoya a la república.  Sin embargo, hemos desarrollado una muy buena relación comercial.  No veo por qué tenga que recordárselos.  Ustedes están comprando y almacenando grandes cantidades de petróleo mexicano para los propósitos que tengan en mente a futuro.  Y nosotros con gusto se lo vendemos pues así podemos evadir el embargo comercial que nos impusieron EEUU e Inglaterra a raíz de la expropiación.  Además, me dicen que la herramienta que traen de regreso nuestros buques desde Alemania es de muy buena calidad.

--Jawohl señor presidente –contesto el embajador y luego sonrió quedamente—estoy al tanto que nuestras diferencias políticas no han sido obstáculo para que busquemos beneficios mutuos.  Pero siento decirle que no, no podremos intervenir.  En esto la cancillería fue tajante.  Sabe, yo fui submarinista en la guerra anterior.  Créame que me daría mucho gusto interceptar esa flota británica en cuanto entrara al golfo.  Pero me temo que el radio de acción de nuestros submarinos no es suficiente.

--Don Porfirio había coqueteado anteriormente con el Kaiser –respondió Cárdenas en una voz lenta y cuidadosa--.  La idea era que una base de submarinos se podría establecer en Alvarado.  Esto incrementaría el radio de acción de sus submarinos.  Y si bien me acuerdo, el Kaiser no tuvo empacho en venderle el Goeben a los turcos y tampoco puso obstáculos en ordenar que su tripulación alemana se pusiera fez y combatiera bajo la bandera turca contra los aliados.  Con gusto le podemos conseguir una bandera mexicana para que la icen a bordo de un submarino alemán y si quieren hasta unos sombrerotes.

El tono de voz de Cárdenas había sido irreverente al mencionar al Goeben sin embargo su ojos eran fríos y no tenían nada de risueños.  Por esta razón el embajador teutón decidió contestar lentamente y con precisión para que no hubiera malentendidos.

--Reportare a Berlín que usted me recordó esos hechos históricos, señor presidente.  Siempre es bueno recordar estos y considerar las alternativas históricas.  Me atrevo a vaticinar que mi gobierno no considerara posible comprometerse a nada en estos momentos dado lo delicado de la situación en Europa.  Además los servicios de espionaje aliados vigilan a México con lupa.  Cualquier acción para asentar la relación de México y Alemania podría traer como consecuencia una respuesta de las potencias aliadas.  Y en tal caso Alemania poco podría hacer para ayudar a México.

--Lo sé, señor embajador. Y también sé que los ingleses están a punto de asesinar a cientos de mujeres y niños en las poblaciones mexicanas del golfo.  Eso, para mí, justifica tomar cualquier acción para evitarlo.

--¿Aún un pacto con el diablo? –se rio el embajador, el cual tenía un sentido de humor, cosa rara entre los diplomáticos al servicio de Hitler.

--¡Eso y más con tal de defender a México! --fue la respuesta del michoacano y si, aunque sonreía sus ojos seguían muy fríos.

V.      Cavando en un pantano

A orillas del Coatzacoalcos los soldados mexicanos cavaban trincheras.

--¡Puta madre, mi sargento!  ¡Este suelo está muy fangoso! –juro un soldado de infantería.  El hombre estaba cubierto de lodo.

En efecto, las trincheras, a orillas del Coatzacoalcos se iban llenando con agua.  El sargento a cargo vio como un borbotón de agua surgía del suelo y llenaba la trinchera.

Un grupo de mando con un capitán se acercó.

--¿Qué pasa sargento?

--Estamos cavando en un pantano, mi capitán.  ¿No habría manera de atrincherarnos más lejos del rio?

--No.  La orden es que los detengamos aquí mismo, en la orilla –contesto el capitán--.  Pero de nada servirá si estas trincheras se llenan de agua.  La tierra está muy suave.  Los van a enterrar a la primera andanada de la artillería británica.

--¿Entonces qué hacemos mi capitán?

--Acaben esta primera línea –indico el capitán--.  Pondremos aquí una compañía tan solo, con ametralladoras.  Yo estaré al mando.  Un par de ametralladoras bastaron para que los turcos les hicieran una matazón a los ingleses en Gallipoli cuando intentaron desembarcar.  Cuento con que la torpeza de los mandos británicos seguirá igual, sobre todo si como es probable menospreciaran nuestra hombría esos cabrones.  Por otra parte, sargento, le ordeno que excaven otra línea de trincheras 30 metros más tierra dentro.  Ahí estará el suelo más firme y servirá de línea de apoyo.  Nada más asegúrese que las maxims y el parque estén secos.

--¿Estos amigos vienen por el petróleo, mi capitán?

--Si, buscan robárselo otra vez. 

--¡Pos haremos que les cueste un huevo y parte de otro!

El oficial sonrió viendo que la moral de su gente era buena.  Los británicos a la larga desembarcarían, sí,  y tal vez incluso se harían de la refinería, pero pagarían un costo en sangre.  Y si el ejército ponía el ejemplo haciéndose matar defendiendo el petróleo el pueblo a su vez respondería.  Aunque quisieran, los británicos nunca podrían hacerse de los yacimientos expropiados.  Las guerrillas los estarían venadeando constantemente.

--Escuche, sargento, los zapadores volaran la refinería en cuanto se presenten esos fulanos.  Pero si nuestra defensa es rebasada, concéntrense en el edificio de calderas de la refinería.  Ese seguirá en pie y tiene paredes gruesas y lo hemos habilitado como reducto fortificado.  Ahí resistiremos.

VI.     Crisis

Pero sucedió entonces que Herr Hitler empezó a alborotar en Europa. 

--Nos es urgente resolver el problema en los sudetes en la frontera con Checoslovaquia –le indico Joachim von Ribbentropp, entonces embajador de Alemania en Gran Bretaña, a Mr. Chamberlain--.  Alemania está dispuesta a todo con tal de resolver el asunto.

--¡Santo Dios! –gimió Mr. Chamberlain—¿no está usted hablando de un cassus belli verdad?

--Tal vez –dijo fríamente von Ribbentropp--.  Es cuestión de lo que el Fuhrer decida.  Yo le aconsejo que tome usted esto con la seriedad que amerita.

De inmediato cundió la alarma en el gobierno británico.  La orden se mandó con urgencia a Scapa Flow.  El Hood no zarparía hacia México.  Pero tampoco iría a Rosyth a reforzar su coraza.  De no haber surgido la descabellada idea de mandarlo a México el buque estaría ya en Rosyth y su coraza estaría siendo reforzada.  Aun si hubiera surgido la crisis de los Sudetes el Hood habría estado ya en Rosyth siendo reacondicionado.  Pero no, el Hood no podía estar fuera de servicio si Herr Hitler andaba amenazando guerra.  Y así fue  que su coraza no se reforzó.

Los servicios de inteligencia mexicanos anunciaron que no vendrían los británicos.  En Minatitlan, los juanes recibieron orden de retirarse de las trincheras que habían cavado a orillas del rio y regresar a sus cuarteles.  Los cañoneros mexicanos regresaron a Veracruz sin haber tenido que hacerse matar.  Los zapadores retiraron las cargas de dinamita que habían puesto en las torres de destilación de la refinería.  Los biplanos de la fuerza aérea mexicana se regresaron al altiplano.  La amenaza británica no se materializo, afortunadamente.

VII.    Epilogo

Unos años después, en mayo de 1941, el Hood se encontró en el estrecho de Dinamarca con el acorazado alemán Bismarck.  Una certera salva de este dio de lleno en el pañol de municiones del buque insignia de la flota británica y la explosión lo partió en dos.  Se hundieron con el Hood 1400 tripulantes, incluyendo al almirante Holland, jefe de la escuadra británica.  Solo se salvaron tres marinos.

Al saberse la noticia del hundimiento del Hood hubo fiesta y celebraciones en Minatitlan.

Para 1942 el embargo comercial contra México se levantó pues a los aliados les urgía el petróleo mexicano.  Los buques tanques mexicanos ya no podían llegar hasta Bremen por el bloqueo británico pero en los puertos de EEUU desembarcaban su petróleo sin problema.  

En la primavera de 1942 Donitz mando una manada de lobos de acero a incursionar en aguas del golfo.  Iban acompañados de submarinos nodriza para reabastecerlos de combustible.  La matazón fue tremenda.  Se veían buques hundiéndose a lo largo de todas las aguas costeras de EEUU, México, y Cuba.  

El mensaje para los neutrales (y México todavía lo era) era claro: no lleven petróleo a EEUU porque no se respetara su neutralidad en tal caso.  Pero la presión de EEUU sobre México era tal que los buque tanques mexicanos tuvieron que zarpar llevando crudo a EEUU.

En mayo de 1942 uno de estos submarinos, el U 542 de Reinhardt Suhren, hundió al Potrero del Llano a pesar de que México seguía siendo neutral y el  buque estaba completamente alumbrado y portaba la bandera mexicana pintada en el casco.  Sin embargo, llevaba crudo a EEUU.  México declaro la guerra al eje de inmediato.  

Los alemanes hundieron en total seis buque tanques mexicanos.  Curiosamente (o tal vez no) el gobierno mexicano mando al escuadrón 201 a combatir a Japón (nación que no había causado ningún daño contra México) y no contra Alemania, el antiguo socio comercial que le había hundido seis buques.


Mario Quijano Pavón

Hundimientos de buque tanques mexicanos





No hay comentarios.:

Publicar un comentario