miércoles, 7 de enero de 2015

¿Burlar a la muerte?¿...? subido por @sladogna

Leonid Krasin fue un ingeniero de la antigua  Unión Soviética que propuso congelar el cadáver de Lenin para devolverlo a la vida cuando fuera científica y tecnológicamente posible. Formaba  parte  de la conocida como «Comisión para la Inmortalización». Y de ello trata precisamente el nuevo y fascinante ensayo de John Gray: de la obsesión humana  por trascender la mortalidad. Si por un lado los investigadores psíquicos victorianos pretendían demostrar  de una manera científica la existencia del alma y para ello se servían de extrañas sesiones de espiritismo en las que escribían textos automáticos interconectados para entrar en contacto  no con el magma del inconsciente –como harían más tarde  los surrealistas–, sino con el más allá, los «constructores  de Dios» de la Unión Soviética, por su parte, no buscaban  pruebas  de vida después  de la muerte, sino divinizar a la humanidad a través de la técnica y la razón, creando a un nuevo hombre libre de toda imperfección. Pero para matar a la muerte  habría que matar primero al hombre. Y eso hizo, de manera implacable, la eficiente máquina de muerte soviética.


Espiritismo,  bolcheviques, Darwin, dobles  agentes, extravagantes profesores ingleses, presencias ultramundanas, sociedades secretas, Stalin, extraterrestres, mesías póstumos y la momia de Lenin… Una galería de personajes  y de situaciones digna de una novela –si no perteneciera ya a esa novela insuperable  que es la historia– y que en manos de John Gray da lugar a un ensayo lúcido y apasionante sobre la necesidad  que siempre ha tenido el hombre –ya sea a través de la religión o de la ciencia– de creer en la inmortalidad. En realidad, nos dice Gray, se trata de un profundo  miedo  a lo ingobernable, a esa contingencia que rige el destino de todos los seres humanos y que habría que aceptar con humil- dad: «El más allá es como la utopía, un lugar donde  nadie quiere vivir».



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